LOS LÍMITES DE LA ENSEÑANZA

Jim Cymbala

Permítanme hacer una declaración audaz: el cristianismo no es una religión donde predomine la enseñanza. En la actualidad nos ha invadido prácticamente el culto al orador. La persona que pueda ponerse de pie y exponer doctrina correcta se percibe como esencial; sin un talento tal la iglesia no sabría qué hacer. La iglesia norteamericana ha convertido el sermón en la pieza central de la reunión, en lugar de que lo sea el trono de la gracia, donde Dios actúa en la vida de las personas.

La fe judía en tiempos de Jesús estaba dominada por rabinos, los maestros de la ley. Su doctrina era sólida. Jesús les dijo: “Escudriñad las Escrituras porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida" (Juan 5:39-40, énfasis del autor). Ellos conocían muy bien la palabra escrita de Dios, pero no la palabra viviente, a pesar de que Jesús estaba de pie frente a ellos.

Las Escrituras no son tanto una meta, sino una flecha que nos dirige al Cristo que cambia vidas.

Por desgracia, los rabinos nunca se dieron cuenta de quien estaba en medio de ellos. En los últimos días antes de su crucifixión, Jesús lloró por la ciudad y dijo: “No conociste el tiempo de tu visitación” (Lucas 19:44).

Está bien explicar acerca de Dios, pero hoy en día son muy pocas las personas que están experimentando al Cristo viviente en sus vidas. No se ve la visitación de Dios en nuestras reuniones. No estamos a la expectativa de ver su mano extendida.

Se puede decir que la enseñanza de la sana doctrina sirve de preludio a lo sobrenatural. También es una guía, un conjunto de límites para mantener la emoción y exuberancia dentro de los canales apropiados.

Pero como dice Pablo: “La letra mata, mas el Espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6). Si no se da lugar al Espíritu Santo entre nosotros, si Su obra no es bienvenida, si tenemos miedo de lo que Él podría hacer, no nos queda otra alternativa más que la muerte.

Jim Cymbala comenzó la iglesia Brooklyn Tabernacle con menos de veinte miembros en un pequeño y deteriorado edificio en una parte difícil de la ciudad. Nacido en Brooklyn, es un viejo amigo de David y Gary Wilkerson, y un orador frecuente en conferencias para pastores y líderes patrocinadas por World Challenge en todo el mundo.