Comprometidos con la Dirección del Espíritu Santo

David Wilkerson (1931-2011)

“Así era continuamente: la nube lo cubría de día, y de noche la apariencia de fuego” (Números 9:16).

En Números 9 leemos de una nube que descendía y cubría el tabernáculo en el desierto. Esta nube representaba la presencia constante de Dios con su pueblo, y para nosotros hoy, la nube sirve como un símbolo de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Por la noche, la nube sobre el tabernáculo se convertía en una columna de fuego, un resplandor cálido en un lugar oscuro.

Los hijos de Israel siempre siguieron esta nube sobrenatural, sin importar cómo los dirigiera. Cuando se elevaba sobre el tabernáculo, el pueblo tiraba sus estacas y la seguía. Y dondequiera que se detuviera la nube, el pueblo también se detenía y montaba sus tiendas (ver 9:18-19).

Otra nube descendió del cielo siglos después, en el Aposento Alto de Jerusalén. El Espíritu Santo, el mismo Espíritu que había cubierto el tabernáculo del desierto, descendió y se cernió sobre unos ciento veinte adoradores que se habían reunido en el Aposento Alto después de la muerte de Jesús. Esta nube descendió hasta el mismo aposento donde se sentaba la gente; y se posó sobre las cabezas de la gente como lenguas repartidas de fuego (ver Hechos 2:3).

Los que amamos a Jesús hoy también tenemos una nube que seguir. Puede ser que estemos llenos del Espíritu Santo, pero aún tenemos que comprometernos a recibir órdenes de él. Si no esperamos su dirección en todas las cosas, simplemente no estamos andando en el Espíritu. Las instrucciones de Pablo ponen en claro esta distinción: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:25).

El significado de la frase de Pablo con respecto a andar en el Espíritu significa: “¡Solo di que sí!” “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para gloria de Dios” (2 Corintios 1:20). Entonces, según Pablo, andar en el Espíritu comienza cuando damos un confiado e irretractable ‘sí divino’ a todas las promesas de Dios. Es un: “Padre, he leído tus promesas y les digo que sí a todas ellas. Creo en tu palabra para mí”.

Dios te guiará a toda verdad, te conducirá a donde él quiere que tú vayas y te mostrará las cosas que él quiere que tú conozcas. ¡Dile que sí hoy!