UN CORAZÓN ROTO

David Wilkerson

Una vez pensé que sabía lo que era un corazón roto. Pensé que había experimentado mucho quebrantamiento, hasta que el Espíritu Santo me abrió los ojos a un significado más profundo de la palabra.

David dijo: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu” (Salmo 34:18).

El quebrantamiento es más que llanto, más que tristeza, más que un espíritu quebrantado y más que humillación. De hecho, muchos que lloran no están quebrantados, muchos que se tiran al piso delante de Dios y gimen no están quebrantados. ¡El verdadero quebrantamiento libera en el corazón el más grande poder que Dios pueda confiar al ser humano, más grande que el poder de levantar de la muerte, más grande que el poder sobre las enfermedades y dolencias!

El Espíritu dijo a mi corazón: “Te mostraré lo que es para Dios el quebrantamiento para así poder liberar el ti el poder que se necesita cuando todo está arruinado”. ¡Este quebrantamiento da como resultado el poder de restaurar ruinas, un poder que trae un tipo especial de gloria y honor a Dios cuando su pueblo se encuentra pasando por tiempos difíciles!

El quebrantamiento tiene que ver con muros destartalados, desmoronados y arruinados. “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado…haz bien con tu benevolencia a Sion; Edifica los muros de Jerusalén” (Salmos 51:17.18). Dios asoció los muros de Jerusalén con el quebrantamiento.

Déjame mostrarte un ejemplo de un hombre realmente quebrantado: “Me levanté de noche, yo y unos pocos varones conmigo, y no declaré a hombre alguno lo que Dios había puesto en mi corazón que hiciese en Jerusalén; ni había cabalgadura conmigo, excepto la única en que yo cabalgaba…Y subí de noche por el torrente y observé el muro, y di la vuelta y entré por la puerta del Valle, y me volví” (Nehemías 2:12,15)

En la oscuridad de la noche, Nehemías “observó el muro.” La palabra hebrea shabar usada aquí es la misma usada en el Salmo 51:17 para “corazón humillado.”

Algunos podrían pensar que Nehemías se quebrantó cuando se “[sentó] y [lloró], e [hizo] duelo por algunos días, y [ayunó] y [oró] delante del Dios de los cielos” (1:4). Sin embargo, este llanto y confesión fueron solo el comienzo del quebrantamiento. ¡El corazón de Nehemías no se quebrantó por completo hasta que vino a Jerusalén, vio las ruinas y se dispuso a hacer algo al respecto!